miércoles, 10 de febrero de 2010

Religión y derechos humanos

Cuando hace algunos años se arrestó y condenó al líder de la secta religiosa que causó con gas venenoso la muerte de varias personas en el metro de Tokio, dijo que “a los profetas verdaderos siempre se les ha perseguido.” No deja de estremecer semejante razonamiento, ni extraña que una percepción así de la religión haya llevado a tanto abuso y sufrimiento injusto de tantas personas inocentes.
Una acepción para la palabra religión es según el diccionario de la RAE: “Virtud que mueve a dar a Dios el culto debido”. Es difícil asumir la idea de que algo malo o pernicioso pueda venir de Dios, por lo que el culto que se le dé a Él debería significar también la erradicación de todo lo que pudiera afectar adversamente al hombre.
Si el ser humano está hecho a imagen y semejanza de Dios, entonces en la adoración a Él, lo que debería primar es el respeto al hombre. Es ahí donde radicaría la diferencia entre el concepto “secta” y “religión.” Cuanto más mancille o veje la dignidad humana una religión, más se ganará a pulso el calificativo de “secta.” Habría por tanto que dejar a Dios ser el juez de toda causa, antes que humillar o hacer sufrir indebidamente al ser humano hecho a su imagen.
Sin temor a equivocarnos tendríamos que decir que a la totalidad de los miles de diferentes grupos religiosos que existen en el mundo, no les gusta nada que los llamen ’secta.’ Así es la realidad, a ninguna comunidad religiosa le gusta eso. Sin embargo, hay que reconocer que algunas de las políticas doctrinales de algunos de estos grupos o comunidades han hecho que se puedan ganar ese calificativo por méritos propios. Pensando únicamente en los grupos o comunidades que se califican o autodenominan cristianos, (aunque esto se podría aplicar a las diferentes religiones o grupos, llámense Islámicos, Budistas, et.). Para que pudieran desprenderse de esa etiqueta y ser considerados un movimiento religioso respetable, quizá tendrían que reflexionar en la posibilidad de revisar los siguientes aspectos:
1 – Reconocer con humildad que ellos no son los únicos cristianos en el mundo, que hay buenas personas en otras denominaciones religiosas y que solo Dios es el juez supremo de todos.
2 – Llevar a cabo un análisis riguroso y meditado de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, cuyo Primer Artículo dice: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.” http://www.un.org/es/documents/udhr/
3 – Erradicar absolutamente si es que lo tienen todo lo que sea parecido a un aparato policial y judicial, hecho a imagen y semejanza del Tribunal del Santo Oficio de la Santa Inquisición, así como a no desarrollar políticas que impliquen entre sus miembros extremo rechazo hacia aquellos de sus miembros que dejen de pensar como ellos, este tipo de políticas está totalmente opuesta al pensamiento cristiano de amar al prójimo.
4 – Exhortar a su feligresía con lo que a nivel oficial se considere correcto, pero nunca amenazar con represalias a quien en conciencia no lo pueda asumir. Que como escribe Pablo de Tarso: “No es que intentemos imponerles la fe, sino que deseamos contribuir a la alegría de ustedes, pues por la fe se mantienen firmes.” 2ªCorintios 1:24, Nueva Versión Internacional.
5 -Pedir perdón públicamente (qué difícil es esto entre algunos grupos), por todo el daño causado a personas inocentes debido en muchas ocasiones a atrevidas interpretaciones sobre cuestiones de difícil interpretación, es decir no desarrollar actitudes farisaicas que impliquen que se desarrolle extremo rechazo entre sus miembros.
Solo la aplicación sincera y resolutoria de esos aspectos, haría de las diferentes religiones y grupos un movimiento respetado en el mundo. El tiempo sin duda es inexorable, pondrá a cada uno en su sitio y dirá a los dirigentes de los diferentes grupos religiosos si serán capaces de mostrar la suficiente talla y valentía necesarias para afrontar semejante reto.
Un saludo: Agapito

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