domingo, 24 de abril de 2011

NUNCA EXCLUYAMOS A LOS DEMAS

“En una sociedad democrática basada en la dignidad, pero también en la libertad, lo que se ha de erradicar son sencillamente las expresiones del lenguaje del odio en todas sus variantes. Una cosa es cuestionar, criticar dogmas o doctrinas (que son el soporte material de los sentimientos) y otra muy distinta es intentar vejarlos y mancillarlos gratuitamente.” -Servicio Publicaciones Facultad de Derecho Universidad Complutense, Madrid
Leía este comentario en una publicación en la Biblioteca de la Universidad hace unos meses y lo copie en mi cuaderno. Reflexiono sobre el hoy y sobre su significado, al ver la cantidad de barbaridades que dicen las personas amparadas en el anonimato en los blogs, las páginas web y los periódicos digitales.
Nunca en mi vida he escrito nada amparándome en el anonimato, siempre he criticado a aquellos que lo hacen. Entiendo que en una verdadera sociedad democrática debe haber un equilibrio entre, el respeto y la libertad de expresión. Dice la, Declaración Universal de los derechos Humanos: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros." Y me pregunto: ¿Cómo es posible el triste espectáculo de la rivalidad política?, nada de lo que haga el contrincante político está bien. Son los adversarios, los enemigos naturales por método. Solo es el partido al que se pertenece, sus ideales y quienes pertenecen a él los que merecen todo el respeto. Todo lo demás debe descartarse solo porque “no son de los míos.”
Esto de verdad que me produce un profundo hastío cuando observo el triste espectáculo de la rivalidad política.
El grupo Electores, ha incorporado a su proyecto y a su lista de cara a estas elecciones municipales, a una persona desde mi humilde punto de vista, de unas cualidades humanas e intelectuales extraordinarias, pero ha levantado una cantidad de comentarios e improperios anónimos, muy difícil de digerir.
De verdad, que visto lo visto nunca deberíamos de olvidar que la libertad de expresión tiene sus límites, y estos mismos límites deberían llevarnos a hilar muy fino a la hora de enjuiciar a los demás.
Un saludo
Agapito