lunes, 7 de diciembre de 2020

 


LA RELIGIÓN ESE GRAN INVENTO 

 

El actual papa Francisco dijo a un periodista italiano: “el Infierno no existe” se desató una polémica de padre y muy señor mío. El debate lo había cerrado en 1999 Juan Pablo II: “El Infierno no es un lugar, sino la situación de quien se aparta de Dios”

Dicen los historiadores, que es algo que suele suceder con los grandes inventos, que los manuales no suelen guardar registro de ellos.

Pues con la religión no iba a ser menos, antes de este fabuloso invento, los habitantes de este extraordinario planeta vivían: preocupados, irritados en ocasiones hasta aterrados, pero una cosa era clara, vivían sin el peso de la culpa.

Las cosas pasaban porque si, y nadie sabia bien porque, su experiencia les decía que la vida era así.

Entonces sin saber como ni cuando, quizás hace miles de años, en la zona de Irán, Irak o siria, de pronto se empezó a creer que, si la cosecha se perdió ese año, que el hijo que tuvo aquella pareja tan buena y simpática era porque algo habrían hecho, de pronto como por arte de magia empezó a aparecer la idea del pecado.

La culpa se invento para que fuera nuestra, nos golpeáramos el pecho y dijéramos: mea culpa, grandísima culpa …, lo malo nos sucedía porque cometíamos errores.

En eso estábamos, pasaban los años, (miles) y apareció el cristianismo, y esta nueva creencia impuso algo sorprendente, el pecado, ahí es ná.

Ahora ya había algo que te indicaba cuando quebrabas las reglas, como todas las religiones existentes hasta entonces, estaban sus lideres, y ellos eran los que te decían lo que dios decía que había que hacer, se te castigaba por ello si quebrantabas las normas y reglas, que tranquilidad.

En ocasiones me pregunto, ¿se viviría mejor, o como hubiera sido la historia, si no existiera o hubiera existido la religión?

Una cosa es muy clara la religión y el uso que los humanos han dado de ella, ha dado lugar al miedo y la manipulación, de estos hechos se han valido las diferentes iglesias especialmente aquellas denominadas cristianas, el objetivo: controlar a sus adeptos, fieles le llaman.

La historia de la humanidad esta llena de personajes y sistemas que han tiranizado al ser humanos, pero de todas las tiranías la peor es la religiosa, mientras unas se limitan a este mundo en el cual vivimos, la tiranía religiosa pretende perseguirnos eternamente.

No significa estos hechos que hay que abandonar toda forma de creencia religiosa, pero si que hay que hacérselo mirar en cuanto a nuestras creencias religiosas, 

Hay cinco grandes grupos religiosos que representan casi al 70% de la población mundial, Budismo, Islam, Hinduismo, Cristianismo y la tradicional china, pero de todas la mas dividida es el cristianismo.

Existen dos grandes grupos, el mayor es el llamado Catolicismo, que a su vez se subdivide en: Romanos, Griegos, Rusos, Coptos, Serbios, Búlgaros, Rumanos, cada grupo con sus reglas y líder.

Después están los denominados Protestantes que surgen tras el cisma de Lutero (1517), estos a su vez se subdividen en multitud de grupos, cada uno con su peculiar forma de interpretar lo que ellos llaman las “Santas” Escrituras.

No se encuentra en mi animo, criticar o desanimar a nadie de que abandonen toda forma de creencia religiosa, pero si animarlos a examinarlas, pero a fondo, no convertirse en fanáticos, hacer autocritica, en definitiva, disfrutar de aquello en lo cual dicen que creen, y a la vez disfrutar de la vida.

 

Un saludo afectuoso 

 

 

 

 

martes, 23 de junio de 2020

Ilustres personajes Malagueños

ISABEL DE OYARZABAL : la Malagueña que se sentó en la ONU

Isabel nace en Málaga, un 14 de Junio del 1878, en la calle Peligros nº 1,  hija de una familia acomodada, su padre Juan Oyarzabal un próspero comerciante andaluz con raíces vascas, estaba casado con Ana Smith, una escocesa protestante veinte años más joven que su marido se educada en un ambiente liberal este tipo de educación será de trascendental importancia no solo en la educación en si misma, sino también un firme apoyo cuando esta decida tomar rumbos poco usuales en una sociedad regida por una dosis de analfabetismo altísima.

 Málaga vive, (como en toda España) una intransigencia religiosa muy marcada, en la que ella no se encontraba todo lo cómada que quisiera. Su propio padre le tenía prohibido leer de la biblioteca familiar autores como Benito Pérez Galdós, Alejandro Dumas u Honoré de Balzac, por considerar su influencia perniciosa para la educación de una joven católica. No es de extrañar pues, que Isabel paladeara sus veranos en el extranjero, en la casa familiar materna de Inglaterra, donde todo se le hacía atractivo. De aquellos veranos guarda el recuerdo de conocer a importantes sufragistas como Eunice Murriá; actores como Henry Irving o a la bailarina rusa Anna Pavlova. Un mundo a todas luces diferente al que vivía durante todo el año en Málaga y que quedará prendido en su memoria para siempre.

 Otro momento importante para la vida de Isabel Oyarzabal es el año 1898. Se había perdido la guerra con Cuba, España estaba en quiebra, sin embargo los que regresaban quebrados eran los soldados que a su llegada al puerto malagueño se encontraban heridos, hambrientos y sin dinero para hacer frente y costear el regreso a sus casas. Isabel entró a formar parte de los grupos de teatro que comenzaron a funcionar con el fin de obtener recursos económicos para hacer frente a las necesidades de estos soldados que se habían convertido en mendigos y  deambulaban por la ciudad. Fue su primera toma de contacto con el mundo del Teatro. De esa época según nos cuenta Matilde Eiroa, le viene el gusto y la afición por él, pero también le nace entonces o ella lo descubre, su conciencia 

El Teatro le conduce también a participar en la compañía de la familia Palencia-Tubau, donde conocerá a su futuro marido Ceferino Palencia Álvarez-Tuba y a participar en el proyecto El Mirlo Blanco que dirigía el cuñado de Azaña, Cipriano Rivas Cheriff en la casa de Pío Baroja, donde este había instalado un teatro de cámara que se podría llamar de ensayo, al ser representadas obras que no tenían cabida en un gran teatro. 

 Trabajando como actriz, se traslada a la capital con su madre a principios del siglo XX,  y es precisamente el ambiente que vive en Madrid lo que impregna a Isabel de una nueva inquietud. Su casa se había convertido en sede de tertulias a las que asistían importantes personajes del mundo de la poesía, la cultura, el arte y la intelectualidad, un mundo que hace que se desarrolle en ella unos intereses intelectuales que va enfocar hacia el periodismo. 
Es así como edita y funda La Dama, revista dirigida a las mujeres que según Eiroa, “resultó ser una forma decisiva y consciente de expresión escrita de su pensamiento y ambiciones”.

Sin duda el conocimiento del idioma materno fue la puerta que le abrió el mundo del periodismo fuera de nuestras fronteras, así pasa a formar parte del mundo laboral de la agencia de noticias inglesa Laffan News Bureau, que la nombra corresponsal en Madrid del The Standard. Otras colaboraciones las realiza para la cabecera también inglesa Illustrated London News, o para las españolas Blanco y NegroEl HeraldoNuevo Mundo y La Esfera.

Bien escribiendo para estas publicaciones o siendo noticia en ellas, Isabel Oyarzabal, con el seudonimo  (Beatriz Galindo) está presente en la prensa de los primeros cuarenta años del siglo XX. 

Su matrimonio en 1909 con el abogado, pintor y diplomático Ceferino Palencia, la sigue acercando al mundo intelectual. Tras el estallido de la I Guerra Mundial  comienza una etapa de su vida especialmente activa en torno al feminismo y a las organizaciones de mujeres que pedían la paz.


A finales de octubre 1923 junto a una comisión integrada por Julia Peguero y Benita Asas Manterola, miembros destacados también de la ANME, se reúne con Primo de Rivera para entregarle un mensaje de la Asociación Internacional para el Sufragio de la Mujer, en el que se solicitaba el derecho al voto femenino. Primo de Rivera en esa misma reunión contestó que la mujer tendría derecho al voto y ante la pregunta de si este sería universal, contestó que el voto femenino llegaría a España pero restringido.

Participó como delegada en el VII Congreso de la Alianza Internacional para el Sufragio de la Mujer celebrado en Ginebra y presidió la Liga Femenina Española por la Paz y la Libertad en la sección de la mujer y el niño. En esta etapa adquiere una toma de conciencia político-social diferente hacia los desfavorecidos, al pensar que la solución a los problemas no está en la caridad, sino en la resolución de la injusticia laboral y social existente en nuestro país, donde abundaba el bajo salario para los obreros y campesinos, el hambre, la pobreza, la falta de asistencia social y cómo no, las desigualdades existentes entre el hombre y la mujer.

 En 1930 fue la única mujer reunida en la Comisión Permanente de la Esclavitud en las Naciones Unidas, allí puso su voz a favor de una igualdad jurídica entre el hombre y la mujer.

Se afilió a la UGT y al PSOE en 1931. Durante la República accede a numerosos cargos públicos y es miembro de varios patronatos. Vocal del Consejo de Patronato del Instituto de Reeducación Profesional; vocal del Patronato del Museo del Traje Regional e Histórico. Vocal del Patronato Central para la Protección de Animales y Plantas. Formó parte de asociaciones y de instituciones relevantes de la época como el Lyceum Club,  del que llegó a ser vicepresidenta. También de la Agrupación de Mujeres Antifascistas Españolas junto a su presidenta Dolores Ibarruri y otras políticas destacadas como Victoria Kent, Margarita Nelken o la mujer que llegaría a encargarse durante la guerra de las relaciones con la prensa: Constancia de la Mora. El activismo por la paz y contra el fascismo se desarrolló en estas mujeres ya antes de la sublevación militar que dio comienzo a la Guerra Civil en España.

En el exilio mexicano del que nunca regresaría escribió la novela “En mi hambre mando yo” , en la que cuenta sucesos de la trágica contienda. El título de la obra se inspira en un hecho real que Fernando de los Ríos le cuenta a su hija Laura y aunque el hecho se produce en Las Alpujarras, Isabel lo traslada a un pueblo malagueño. Se trata de la contestación que da un campesino al cacique del pueblo ante la coacción de este para que votase.

Conferenciante de éxito y gran activista femenina, se dedica a trasladar al público y dar a conocer la obra de numerosas mujeres, esto le lleva a trabar amistad con Miguel de Unamuno.

 Durante la Guerra Civil colaboró con el gobierno de la República en el terreno del auxilio a la infancia y a la mujer y también fue nombrada ministra plenipotenciaria en la legación de Estocolmo, convirtiéndose en la primera española en ocupar el cargo de embajadora de la República. Un terreno este, el de la Diplomacia, en el que las mujeres no habían entrado hasta ahora y en el que tuvieron que afrontar grandes retos por los prejuicios existentes.


Isabel partiría el 1 de abril de 1939 con su marido y sus hijos hacia un exilio del que nunca más regresaría, pues moriría en Mexico el 28 de Mayo del 1974.


 

domingo, 14 de junio de 2020

El Traje Nuevo Del Emperador


Hace muchos años había un Emperador tan aficionado a los trajes nuevos, que gastaba todas sus rentas en vestir con la máxima elegancia.
No se interesaba por sus soldados ni por el teatro, ni le gustaba salir de paseo por el campo, a menos que fuera para lucir sus trajes nuevos. Tenía un vestido distinto para cada hora del día, y de la misma manera que se dice de un rey: “Está en el Consejo”, de nuestro hombre se decía: “El Emperador está en el vestuario”.
La ciudad en que vivía el Emperador era muy alegre y bulliciosa. Todos los días llegaban a ella muchísimos extranjeros, y una vez se presentaron dos truhanes que se hacían pasar por tejedores, asegurando que sabían tejer las más maravillosas telas. No solamente los colores y los dibujos eran hermosísimos, sino que las prendas con ellas confeccionadas poseían la milagrosa virtud de ser invisibles a toda persona que no fuera apta para su cargo o que fuera irremediablemente estúpida.
-¡Deben ser vestidos magníficos! -pensó el Emperador-. Si los tuviese, podría averiguar qué funcionarios del reino son ineptos para el cargo que ocupan. Podría distinguir entre los inteligentes y los tontos. Nada, que se pongan enseguida a tejer la tela-. Y mandó abonar a los dos pícaros un buen adelanto en metálico, para que pusieran manos a la obra cuanto antes.
Ellos montaron un telar y simularon que trabajaban; pero no tenían nada en la máquina. A pesar de ello, se hicieron suministrar las sedas más finas y el oro de mejor calidad, que se embolsaron bonitamente, mientras seguían haciendo como que trabajaban en los telares vacíos hasta muy entrada la noche.
«Me gustaría saber si avanzan con la tela»-, pensó el Emperador. Pero había una cuestión que lo tenía un tanto cohibido, a saber, que un hombre que fuera estúpido o inepto para su cargo no podría ver lo que estaban tejiendo. No es que temiera por sí mismo; sobre este punto estaba tranquilo; pero, por si acaso, prefería enviar primero a otro, para cerciorarse de cómo andaban las cosas. Todos los habitantes de la ciudad estaban informados de la particular virtud de aquella tela, y todos estaban impacientes por ver hasta qué punto su vecino era estúpido o incapaz.
«Enviaré a mi viejo ministro a que visite a los tejedores -pensó el Emperador-. Es un hombre honrado y el más indicado para juzgar de las cualidades de la tela, pues tiene talento, y no hay quien desempeñe el cargo como él».
El viejo y digno ministro se presentó, pues, en la sala ocupada por los dos embaucadores, los cuales seguían trabajando en los telares vacíos. «¡Dios nos ampare! -pensó el ministro para sus adentros, abriendo unos ojos como naranjas-. ¡Pero si no veo nada!». Sin embargo, no soltó palabra.
Los dos fulleros le rogaron que se acercase y le preguntaron si no encontraba magníficos el color y el dibujo. Le señalaban el telar vacío, y el pobre hombre seguía con los ojos desencajados, pero sin ver nada, puesto que nada había. «¡Dios santo! -pensó-. ¿Seré tonto acaso? Jamás lo hubiera creído, y nadie tiene que saberlo. ¿Es posible que sea inútil para el cargo? No, desde luego no puedo decir que no he visto la tela».
-¿Qué? ¿No dice Vuecencia nada del tejido? -preguntó uno de los tejedores.
-¡Oh, precioso, maravilloso! -respondió el viejo ministro mirando a través de los lentes-. ¡Qué dibujo y qué colores! Desde luego, diré al Emperador que me ha gustado extraordinariamente.
-Nos da una buena alegría -respondieron los dos tejedores, dándole los nombres de los colores y describiéndole el raro dibujo. El viejo tuvo buen cuidado de quedarse las explicaciones en la memoria para poder repetirlas al Emperador; y así lo hizo.
Los estafadores pidieron entonces más dinero, seda y oro, ya que lo necesitaban para seguir tejiendo. Todo fue a parar a sus bolsillos, pues ni una hebra se empleó en el telar, y ellos continuaron, como antes, trabajando en las máquinas vacías.
Poco después el Emperador envió a otro funcionario de su confianza a inspeccionar el estado de la tela e informarse de si quedaría pronto lista. Al segundo le ocurrió lo que al primero; miró y miró, pero como en el telar no había nada, nada pudo ver.
-¿Verdad que es una tela bonita? -preguntaron los dos tramposos, señalando y explicando el precioso dibujo que no existía.
«Yo no soy tonto -pensó el hombre-, y el empleo que tengo no lo suelto. Sería muy fastidioso. Es preciso que nadie se dé cuenta». Y se deshizo en alabanzas de la tela que no veía, y ponderó su entusiasmo por aquellos hermosos colores y aquel soberbio dibujo.
-¡Es digno de admiración! -dijo al Emperador.
Todos los moradores de la capital hablaban de la magnífica tela, tanto, que el Emperador quiso verla con sus propios ojos antes de que la sacasen del telar. Seguido de una multitud de personajes escogidos, entre los cuales figuraban los dos probos funcionarios de marras, se encaminó a la casa donde paraban los pícaros, los cuales continuaban tejiendo con todas sus fuerzas, aunque sin hebras ni hilados.
-¿Verdad que es admirable? -preguntaron los dos honrados dignatarios-. Fíjese Vuestra Majestad en estos colores y estos dibujos -y señalaban el telar vacío, creyendo que los demás veían la tela.
«¡Cómo! -pensó el Emperador-. ¡Yo no veo nada! ¡Esto es terrible! ¿Seré tan tonto? ¿Acaso no sirvo para emperador? Sería espantoso».
-¡Oh, sí, es muy bonita! -dijo-. Me gusta, la apruebo-. Y con un gesto de agrado miraba el telar vacío; no quería confesar que no veía nada.
Todos los componentes de su séquito miraban y remiraban, pero ninguno sacaba nada en limpio; no obstante, todo era exclamar, como el Emperador: -¡oh, qué bonito!-, y le aconsejaron que estrenase los vestidos confeccionados con aquella tela en la procesión que debía celebrarse próximamente. -¡Es preciosa, elegantísima, estupenda!- corría de boca en boca, y todo el mundo parecía extasiado con ella.
El Emperador concedió una condecoración a cada uno de los dos bribones para que se las prendieran en el ojal, y los nombró tejedores imperiales.
Durante toda la noche que precedió al día de la fiesta, los dos embaucadores estuvieron levantados, con dieciséis lámparas encendidas, para que la gente viese que trabajaban activamente en la confección de los nuevos vestidos del Soberano. Simularon quitar la tela del telar, cortarla con grandes tijeras y coserla con agujas sin hebra; finalmente, dijeron: -¡Por fin, el vestido está listo!
Llegó el Emperador en compañía de sus caballeros principales, y los dos truhanes, levantando los brazos como si sostuviesen algo, dijeron:
-Esto son los pantalones. Ahí está la casaca. -Aquí tienen el manto… Las prendas son ligeras como si fuesen de telaraña; uno creería no llevar nada sobre el cuerpo, mas precisamente esto es lo bueno de la tela.
-¡Sí! -asintieron todos los cortesanos, a pesar de que no veían nada, pues nada había.
-¿Quiere dignarse Vuestra Majestad quitarse el traje que lleva -dijeron los dos bribones- para que podamos vestirle el nuevo delante del espejo?
Quitose el Emperador sus prendas, y los dos simularon ponerle las diversas piezas del vestido nuevo, que pretendían haber terminado poco antes. Y cogiendo al Emperador por la cintura, hicieron como si le atasen algo, la cola seguramente; y el Monarca todo era dar vueltas ante el espejo.
-¡Dios, y qué bien le sienta, le va estupendamente! -exclamaban todos-. ¡Vaya dibujo y vaya colores! ¡Es un traje precioso!
-El palio bajo el cual irá Vuestra Majestad durante la procesión, aguarda ya en la calle – anunció el maestro de Ceremonias.
-Muy bien, estoy a punto -dijo el Emperador-. ¿Verdad que me sienta bien? – y volviose una vez más de cara al espejo, para que todos creyeran que veía el vestido.
Los ayudas de cámara encargados de sostener la cola bajaron las manos al suelo como para levantarla, y avanzaron con ademán de sostener algo en el aire; por nada del mundo hubieran confesado que no veían nada. Y de este modo echó a andar el Emperador bajo el magnífico palio, mientras el gentío, desde la calle y las ventanas, decía:
-¡Qué preciosos son los vestidos nuevos del Emperador! ¡Qué magnífica cola! ¡Qué hermoso es todo!
Nadie permitía que los demás se diesen cuenta de que nada veía, para no ser tenido por incapaz en su cargo o por estúpido. Ningún traje del Monarca había tenido tanto éxito como aquél.
-¡Pero si no lleva nada! -exclamó de pronto un niño.
-¡Dios bendito, escuchen la voz de la inocencia! -dijo su padre; y todo el mundo se fue repitiendo al oído lo que acababa de decir el pequeño.
-¡No lleva nada; es un chiquillo el que dice que no lleva nada!
-¡Pero si no lleva nada! -gritó, al fin, el pueblo entero.
Aquello inquietó al Emperador, pues barruntaba que el pueblo tenía razón; mas pensó: «Hay que aguantar hasta el fin». Y siguió más altivo que antes; y los ayudas de cámara continuaron sosteniendo la inexistente cola.
De este cuento podemos deducir varias moralejas: una de ellas la inocencia de los niños que como se suele decir siempre dicen la verdad, y de otra que no por el hecho de que una mentira sea aceptada por muchos; tenga que ser cierta. 
FIN

Hans Christian Andersen