miércoles, 27 de noviembre de 2019

Relatos de La Málaga de Arturo Reyes

UN PASEO POR LA ALAMEDA


Todavía Málaga no dispone de una variedad de paseos que satisfaga las diferentes estaciones y la variedad de gustos de los malagueños, no obstante, ha finales del siglo XVIII las autoridades malagueñas deciden tirar las murallas y diseñar un paseo en el espacio que se había formado delante de ellas muy amplio de arena acumulada delante de estas murallas. Conciben transformar aquel espacio en un gran paseo público inspirado en las mejoras urbanas que trajeron consigo el periodo conocido como de “la ilustración”.
Se le conoció en un principio como Salón de Bilbao, y allí se ubicó lo más granao de la sociedad burguesa malagueña.  Allí se mudaron a vivir, los: los Loring, los Oruetas, https://www.diariosur.es/culturas/ricardo-orueta-benefactor-20181027001622-nt.html,los Oryazábal, los Rein, etc…, y observamos cómo se había convertido en el espacio de paseo de los malagueños de todas las capas sociales.
La Alameda fue, además, el punto de referencia de los viajeros extranjeros, estos durante el siglo XIX recalaron en la ciudad y debido al atractivo del paseo arbolado y de la presencia en sus márgenes de los principales hoteles malagueños. 
Como dijo un experto de la época “este paseo es, el protagonista urbanao del nacimiento de la moderna hostelería malagueña, ya que a principios del siglo XIX la gran novedad en el sector del alojamiento fueron las fondas, establecimientos de origen francés que, en aquellos momentos, representaban la modernidad y el confort. De hecho, varios hoteles se instalaron en antiguas casonas que habían pertenecido a familias principales. 
Era al caer la tarde  de un día oscuro y tormentoso el 27 de Octubre, el año: 1879, bajando para la Alameda desde el puente de Tetuán , encontramos a  Arturo, iba serio y preocupado pues había salido de casa hacia diez minutos después de haberle dado una mala contestación a su tía, “Mari la de la Conchita”,  era la hermana menor de su madre Josefa, vivía con ella desde que murió su padre, pues su madre los había abandonado cuando el tenía solo un año y se había marchado de Málaga, se había encargado de su educación su padre, un hombre muy preocupado por que fueran instruidos tanto el cómo sus hermanos. 
Que buenos y excelentes recuerdos tenia de su padre, el primero se remontaba a la tarde del 25 de marzo del 1868 tenía Arturo solo cuatro años, pero se acordaba, como disfruto aquella tarde con su padre en la inauguración del asilo de las hermanitas de los pobres, que se había efectuado en la explaná de la estación de los andaluces.
 Pero al morir, su padre, ahora hacia un año justo, parece que el dinero que había dejado para la educación se había esfumado, menos mal que su tía “la Mari”, se hizo cargo de él y de sus cuatro hermanos, esto lo obligo a trabajar en aquello que le salía, estuvo una temporá de recadero en el muelle, después se dedicó a buscar trozos de material y con su amigo el Pati, el hijo de la goletera, que vivía en calle Peregrinos,  se lo vendían a los zapateros que tenían sus talleres en los portales del barrio y también se aventuraban a veces y se lo llevaban a los de la trinidad.
Su tía Mari era toda una institución en su calle, la calle más bulliciosa del barrio más castizo de Málaga-EL PERCHEL
No nació el Perchel como otros barrios de Málaga en los alrededores de una Iglesia o un convento, así que no tomo el nombre prestado de ellos, cosa que, si hicieron, La Trinidad, Capuchinos, o Victoria. El nombre le vino espontaneo, más bien popular, porque fue la industria del secado del pescado que desde muy antiguo hizo famosa la zona, ya que se utilizaban palos y perchas para poner a secar el pescado el nombre le vino solo, el barrio de los Percheles. 
A veces estaban abiertas las tiendas hasta las tantas de la noche, y en las calles aledañas los vecinos sacaban las sillas a la puerta para tomar el fresco en verano; esto era como un pueblo, todos se conocían, y aunque era un barrio principalmente de pescadores, era uno de los más bonitos de Málaga, y su calle la más famosa y elegante del barrio, la calle “Ancha del Carmen”; como se lo pasaba en las velaillas del Carmen,
Su calle se llenaba de puestos y vendedores ambulantes, esos días disfrutaba como un enano, junto a su pandilla, persiguiendo a la niñas, por calle Peregrinos, por la plaza Ortigosa, por San Jacinto y Santa Rosa, y en ocasiones llegaban hasta la escalera del puente, de pequeño  nunca se habían aventurado a ir más allá, bebían agua en la fuente la Olla, que estaba tan fresquita y se volvían de nuevo a su calle, tenía Arturo ya 15 años y trabajaba, o podríamos decir que  más bien se buscaba las habichuelas como a él le gustaba decir, desde los 12 años que fue el tiempo el que cual su padre había muerto aprendió Arturo a leer y escribir a muy temprana edad ocho años, su padre y sus tía la Mari, junto con su abuelo Miguel, se habían preocupado desde siempre a que aprendiera a leer y a escribir le habían dicho lo importante que era para poder labrase un futuro estable , y con este fin le habían puesto en el colegio de San Gabriel y había estudiado hasta idiomas y contabilidad, esto no era normal entre los chicos del barrio, pero estas circunstancias de su educación no le habían cambiado, él estaba tan orgulloso de su barrio desde el día que su abuelo le leyó del Quijote un libro muy gordo que tenía en casa que había escrito Cervantes, que hablaba del Perchel su barrio, (en el Capítulo Tercero:  titulado La Vela de las Armas), y de cómo era la gente allí, eso le hizo querer más a su barrio y a sus gentes.


Había  algunos personajes en el barrio a los cuales el les tenía una profunda admiración, en este grupo se encontraba,  Juanele el guapo, su tía la Mari, le había dicho cuando lo veía a su alrededor que como lo viera en otra ocasión se lo diría a su padre el Anastasio , que andar con esa gentuza no le traería nada bueno, que siempre andaba en peleas, cuando él le contestaba, que trabajaba en el mar en una jabega, ella siempre le decía que eran jabegotes del ocio, y de verdad que tenía razón, pues en cuantas ocasiones  cruzaba calle salitre y cuarteles sin que lo supiera nadie ya se guardaba el bien de que nadie se enterara y se iba al bulto a la playa, y allí estaba el Juanele a la sombra de una jabega varada jugándose el dinero que le había sacao a un gachó en la calle Larios, o  de alguna marrullería que había hecho en otro lugar.
Pero bueno…, como lo querían las faeneras de las pasas cuando, pasaban con sus portillos para ir a trabajar y el las piropeaba, con esa gracia sandunguera que tenía.
Que orgulloso estaba Arturo de su barrio, si señó el Perchel no era un barrio cualquiera, era el barrio más importante de Málaga para él. 
Málaga a 27 Octubre 1879

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